“Toda la gente que se interesa por las artes suele ver la punta del iceberg: el artista. Debajo hay un montón de laburo que acompaña y que es necesario para que ese artista pueda ser visible. Vos podés escuchar a muchos chicos chiquitos que dicen: ‘Quiero ser actor, músico, escritor’, pero nadie te va a decir: ‘Quiero ser organizador de una feria’. 

A la Feria del Libro me sumé en 2011, tres meses antes de que arrancara, con la programación en marcha. Era ponerme como cara visible de algo que ya estaba totalmente organizado por otros. Fue el año que invitaron a Vargas Llosa. Un quilombo total. Aterricé a organizar algo que no había armado, y me preguntaban por qué había invitado a autores que no invité. Para mí lo más interesante fue entrar para cambiar cosas, y para tratar y pelear por hacer otras. 

Sobre todo en la Argentina y en Latinoamérica, los proyectos que se sostienen a lo largo de los años no son tantos. Ese sostén depende en gran parte del recambio de personas en los grupos de trabajo. No es algo muy fácil en nuestros países, pero ahí está la clave: como sociedad necesitamos de esos proyectos que son más que los individuos, en los que el conjunto es más que las individualidades. 

Lo fundamental para empezar es tener una idea que te convenza al 100%, que te haga pensar que hace falta. Es pararte y decir: ‘Esto quiero hacerlo y no existe. Lo tengo que armar yo’. Más allá de la adrenalina y de la posibilidad de pensar ese proyecto en todos sus detalles, hacerlo como una lo tiene en la cabeza, está la posibilidad de armar el grupo. Para mí es fundamental con quién lo vas a hacer. 

En mis peores momentos, de muchos nervios, mucha crisis, siempre decía: ‘No soy un cirujano. No estoy por operar a alguien’. Lo peor que puede pasar (un autor que se enoje, que no llegue) no se compara con la responsabilidad de un cirujano. Dicho esto, cada vez se pone más compleja la cosa, y el peligro más urgente, cuando hay cientos de miles de personas en el predio, es que le pase algo a alguno de ellos. 

Anne Carson llegó a las cuatro de la mañana para un FILBA. El hotel no estaba listo. Savater vino a hacer lo que él quería. Tao Lin no salía de su cuarto y no sabíamos qué le pasaba, si estaba bien o si estaba vivo. Tuvieron que entrar desde el hotel, y estaba ahí lo más bien. Madame Nielsen se enfermó. En la Feria del Libro estábamos con Coetzee y Paul Auster, y no funcionaban los micrófonos. Estaba la Sala Borges llena, mil personas sentadas, estos dos autorazos ahí para empezar, y no andaban los micrófonos. 

Ese tipo de cosas pasan todo el tiempo y hay que tener cierta serenidad de espíritu. Eso es muy importante para la gestión cultural de eventos: tener una personalidad muy tranquila, y que no se deja sacar de quicio fácil, que no se pone histérica. El quid de la cuestión de organizar eventos es mantener la calma, aunque alrededor se caiga el mundo. Además, eso es lo que contagiás a los demás. 

‘En la Argentina y en América Latina todos los proyectos culturales administran la pobreza’, como dice un amigo. En general, una trabaja con muy poco presupuesto para lo que hay que hacer, incluso estando en la Feria del Libro. 

Los escritores tienen agendas complejísimas. Un festival se hace en tres o cuatro días, no es que, cuando el autor puede, viene. Llegar a los autores, que tengan ganas de venir y combinar sus fechas con las nuestras es un trabajo fino de años.

Para mí lo más rico, lo más interesante, es traer a esos autores que a una le encantan y le fascinan. Traer autores valiosos, no tan conocidos, y poder armar el combo. Traer a un autor hace que la editorial se mueva, que los libros estén disponibles, que se pongan en marcha traducciones, talleres literarios o cursos en la universidad, que los medios los cubran, ir a las bibliotecas. Que empiece a rodar toda esa cantidad de actividades que hacen a la promoción de la lectura. 

Mi festival ideal sería trabajar con pocos autores, los que una quiere, y lograr que mucha gente se vaya con autores nuevos, con lecturas que no conocía.

Tenés que estar atenta en no caer en un lugar paternalista, de decir cuáles son los mejores autores para que los otros lean. Lo que nosotros podemos hacer es poner a disposición, mostrar, abrir el menú de opciones, sin bajar línea de qué es bueno y qué es malo. A la vez, lo hacés, porque elegís a quién poner y a quién no. En el FILBA acercamos un mapa aleatorio, personal, pero trata de ser un mapa. La Feria es totalmente otra cosa, es una gran plataforma para editoriales. Está pensada como una librería, el objetivo es vender libros. Encontrás todo tipo de editoriales, pero no las tenés mapeadas. Para mí ese era el gran problema, estaba todo mezclado. Una de las cosas que traté de hacer era eso, tratar de ordenar, de generar recorridos. Lo que a mí más me gustaba era lo que hoy es el Pabellón Amarillo. Cuando entré era la zona en la que nadie quería estar. Justo aparecieron Los siete logos y otros stands colectivos, y se empezó a convertir en la zona para aquellos y aquellas que buscan ficción de calidad. Se logró armar una identidad de eso. Es una riqueza de la Feria, porque está todo ahí”.

Gabriela Adamo (Argentina). Es editora, traductora y gestora cultural. Trabajó en la editoriales Sudamericana y Paidós; fue directora de la Fundación El Libro y de la Fundación FILBA, responsables de la realización de la Feria Internacional del Libro y del Festival de Literatura de Buenos Aires, respectivamente. Antes, en la Fundación TyPA, se ocupó de promover la traducción de autores argentinos a otras lenguas.

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