La palabra curador, a pesar de aparecer en la RAE como aquella persona que tiene algo o alguien a su cuidado, suele emplearse para definir al profesional cualificado técnica y creativamente que ejerce la labor de responsable de una exposición u otro tipo de actividades y eventos artísticos. La construcción curar contenidos es muy habitual y la que solemos usar cuando explicamos qué es lo que hacemos en nuestro trabajo.

Parece una exageración, pero me atrevería a decir que es la parte más compleja e importante que nos toca hacer. No porque nos cueste (o me cueste), sino porque es la labor que, por lo general, hace un profesional capacitado en el conjunto de saberes y mi formación periodística pareciera no siempre ser suficiente. En consecuencia, cada principio de mes me agarra un repentino sentimiento de inseguridad y me carcome la incertidumbre de si gustará o no lo que tenemos preparado me carcome.

Todos los meses, además de seleccionar una lectura, una obra de arte y un objeto artesanal, tenemos que explicar nuestras decisiones y ahondar en cada elemento que compone nuestra caja en una especie de ficha curatorial. Si es complicado elegir qué incluiremos, enfrentarme a una hoja en blanco para contar de qué va la edición del mes y explicar por qué dos comunes mortales que nada tienen que ver con la creación del contenido seleccionado lo eligieron me sobrepasa. Se nublan la mente y los sentidos. No encuentro el momento adecuado para tipear, ni las palabras precisas para expresarme. Se esfuma mi capacidad de explayarme, de ser yo misma, de poner en palabras el sentimiento que me produjo leer el texto, admirar la obra o pensar el objeto. Le hago el quite a la computadora porque no hay ninguna frase que me convenza, o es muy pobre en su redacción, en su descripción, en el lenguaje, o es demasiado cursi. Y de nuevo me persiguen los fantasmas del profesional calificado.

Lo que hago no existiría sin estas elecciones, porque nuestra propuesta está compuesta por tres ítems que nunca son aleatorios, sino pensados. Sin creerse el cuento de que no hace falta ser experta o académica para poder seleccionar piezas literarias o artísticas, sería imposible que el proyecto siga sobreviviendo después de casi tres años.

Es difícil abstraerse del gusto personal, aunque creo que más difícil es traicionarlo en pos de llegar a una elección lo más transversal posible, pensando en nuestro público, nuestra comunidad. Como recopiladores de contenido tenemos un deber con quienes lo reciben mensualmente y, con el correr de los meses, no solo hemos aprendido a afinar nuestros sentidos y gustos, sino a leer y comprender qué es lo que les gusta a quienes hacen posible que el proyecto subsista.

Satisfacer a personas que, en su gran mayoría, no conocemos personalmente no es tarea fácil. Sobre gustos no hay nada escrito, dice el famoso dicho, y cuán cierto. Nuestra comunidad es de lo más heterogénea. Encontramos paladares de todo tipo y todos súper exigentes. Nunca habrá un libro que contente a todos, o una obra que deslumbre a todos. Siempre hay felicitaciones, es verdad, aunque muchas veces también hay aprensiones o comentarios negativos. Y, por supuesto, nunca van a faltar, aunque sean los menos, quienes digan: “¿Pero por qué ustedes eligen las lecturas? ¿Basados en qué?”. Fundamentalmente, y siendo muy honestos, nos basamos en nuestro gusto personal, nuestra intuición (“tincada”, como dicen acá, en Chile) y por lo que creemos que entendemos a nuestra comunidad –siempre hay un 50% de posibilidad de errar–. Podemos estar equivocados muchas veces, o las elecciones podrán no gustar, pero nunca nadie podrá decir que no elegimos con la misma pasión y determinación con la que elegiríamos algo para nosotros mismos.

Rosario Andisco (Argentina). Periodista. Diplomada en Guión de Cine. Una de las fundadoras de Pasaporte Literario (Chile), una suscripción mensual a una caja cultural -literaria y artística- sorpresa, que mes a mes incluye una novedad literaria de una editorial independiente, una obra de arte fine art inédita creada especialmente para la edición por artistas nacionales y un objeto decorativo y/o utilitario artesanal 100% hecho a mano por artesanos/as o emprendimientos locales.

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