Pau Turina

Francisco Bitar nació en Santa Fe (Argentina), en 1981, y publicó libros de poesía, cuentos, novelas y ensayos. Los libros de poemas Negativos, El Olimpo, Ropa vieja: la muerte de una estrella y The Volturno Poems; los libros de cuentos Luces de Navidad (Premio Alcides Greca) y Acá había un río; publicó las crónicas Historia oral de la cerveza y Mi nombre es Julio Emanuel Pasculli, primeras entregas de la trilogía oral El habla de la tribu. Obtuvo el premio Ciudad de Rosario por la novela corta Tambor de arranque, y el segundo premio del Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos Teoría y práctica. Es autor del ensayo Un accidente controlado.

¿Te reconocés en una escritura de lo pequeño, lo mínimo? ¿Creés que hay una generación de escritores y escritoras que ha puesto su mirada en esta manera de contar?

Diría que son como escrituras de lo mínimo, de lo pequeño, pero que no se hace ilusiones en éxitos de ventas. Efectivamente, porque estos relatos no están atravesados por lo que son grandes temas o temas que están en el candelero. Me parece que son escrituras de lo pequeño justamente porque son inactuales, porque su manera de circular son menos del aparato que del boca a boca. No me refiero a que haya una escritura de lo mínimo dentro de los relatos mismos y las operaciones que se realizan, de las decisiones formales o estéticas, sino también respecto la manera de enfrentar, de colarse en lo que es la cultura hoy. Ahí creo que hay algo más genuino que lo otro, que hablar desde arriba de la tarima, obedecer al menú de turno, a mí todo eso no me gusta. Creo en lo pequeño entendido en ese sentido.

¿Se podría decir que tus libros están pensados como con géneros difusos o híbridos? Más allá de que escribiste libros de poesía, cuentos, novelas, ensayos, parecería que no hay un límite tan riguroso. 

Me parece que, si extendemos la lógica de lo que hablamos recién al conjunto de la obra, es posible pensar que la poesía es un patrón, de lo que se dice, de lo se hace. La poesía es permeable a los temas o a la coyuntura, lo podemos ver. Pero no tanto como la narrativa, porque se le pide que sea una narrativa de temas, y cuando es una narrativa de temas que es la que se vende, es justamente una contribución a los grandes discursos. Si pensamos en la literatura como lo inactual, como el deseo que no está presente entre los discursos circulantes, que no es ajeno a ellos, pero que no está del todo presente, en ese sentido se aviene un poco a lo que se piensa que es la posición del poeta. Hay una especie de elemento transversal en los textos que escribo y creo reconocer a tientas que podría ser eso de pequeño como mencionaba antes.

Tanto en Teoría y práctica como en La preparación de la aventura amorosa se cuenta una historia, o varias historias, donde hay una gran importancia de las voces narrativas de los personajes, más allá de la historia. ¿Trabajás mucho con las voces narrativas?

Para mí, el personaje es una especie de punto ciego, sobre todo, el personaje donde está puesto el foco de la narración. Creo que es un lugar que se alimenta permanentemente, un nombre que se va formando, caracterizando de manera acumulativa. El personaje es parte de esa imprecisión que está en el origen de la escritura, no sé muy bien cuándo termina de llenarse. Tiendo a creer lo contrario, que en lo que escribo el personaje se satura, que funciona por saturación, porque muchas veces hay formas de formular un personaje que los limita. Desde Acá había un río en adelante, pensé en la acumulación de rasgos de personajes, para ver a dónde nos llevaría tirar del hilo de esta voz que tiende a confundirse con la interioridad del personaje, este estilo indirecto libre. Si llevamos eso hacia adelante, a través de eso que parece ser una especie de conflicto, un enigma, ¿qué pasa si detenemos ese enigma y empezamos a alimentar eso mismo con el discurso que no para con la interioridad del personaje? Creo que en estos libros hay obsesividad en los personajes, de saturación también.

En tus libros está muy presente el tema de los vínculos amorosos, pero en relación con ciertas imposibilidades, desde separaciones o aventuras, o desde el amor no correspondido. ¿Qué es lo que te atrapa de estas situaciones o esta temática?

En principio, está esto de lo que hablo a menudo, estos amores como fantasías, como espejismos de otra vida, que, por lo general, los personajes viven en esa misma fantasía, viven como amores verdaderos, y por lo tanto hacen de su vida corriente un lugar un poco áspero. Hay dos construcciones: el mundo de cómo se prepara el personaje para su vida corriente y habitual, y la cuestión de su fantasía. Me parece que por mucho tiempo me afectó, produjo en mí muchas preguntas, y un gran volumen de escritura. La cuestión de la doble vida, para ponerle un nombre. La cuestión de la imposibilidad amorosa es todo un tema. Me acuerdo del epígrafe de Carver, que decía algo así como ‘porque el mundo es el mundo no escriba historias que terminen en el amor’. Me parece que hay en la fantasía amorosa un peligro que siempre es muy atrapante para la escritura, porque tiende a fallar, a no dar en el blanco. La realidad es mucha más opaca que la fantasía, más llana, menos colorida, más blanco o negro que la fantasía que nos habíamos formulado. Ir a esa especie de contraste, cómo el personaje va a cotejar la fantasía con la realidad siempre es interesante, porque siempre supone un fracaso, una especie de frustración. La ambición del amor, las grandes esperanzas puestas en el amor y la triste prueba de la realidad.

Y en relación con esto, hablás de vivir dos vidas a través de la escritura. ¿En algún punto la fantasía es real?  

Sí, yo vivo mi segunda vida en la literatura, en la escritura. La escritura para mí es el vagabundeo, la posibilidad de vivir apartado del mundo, la posibilidad de recrear esas aventuras. Es mi manera de vivir eso mismo, que, por supuesto, es una manera incompleta, pero por eso mismo creo que sigo escribiendo, eso vuelve a estar más adelante. Efectivamente, para mí vivir una doble vida justamente es vivir la vida del escritor, aunque nadie trabaja solo de escribir y hacemos otras cosas para vivir.

La preparación de la aventura amorosa inaugura una serie de libros que se llama De ahora en adelante. ¿Ya estás escribiendo los próximos? ¿Van a continuar abordando la misma temática sobre el amor o irán cambiando de temática?

Sí, por ahora hay un volumen más, que es sobre la amistad. Se podría decir que es sobre el amor entre amigos. Es un tema que también me interesa pensar y que empecé a reflexionar a través de este libro y que quisiera continuar en los próximos, que es esa posibilidad de la escritura como acto, no de manera forzada, pero sí esperando que ocurra o pendientes a esa posibilidad, de ser otro luego de la escritura. En ese sentido, está en el plan la posibilidad de una serie. Me parece que los escritores tienen el vicio de pensar que una vez que escribieron un libro que les produjo placer escribirlo podrían expandirlo en una serie. Por supuesto, se comprueba en la escritura, aunque muchas veces después la escritura hace lo que quiere, pero pensando en se puede escribir a voluntad, uno trama, por ejemplo, series, porque para mí no hay momento de mayor desazón en la vida que no estar concentrado en mi trabajo, los momentos en que no estoy escribiendo un libro. Los momentos en que estoy entre libro y libro, en esos momentos, siento una especie de desazón lindante con el aburrimiento. Cuando estoy entre libro y libro, me cuesta mucho vivir, no encuentro la concentración ahí y tampoco en nada. Pensar en la serie me ofrece la fantasía justamente de ocupar mi tiempo escribiendo y concentrado. 

¿Y esto tiene que ver con una búsqueda en estos libros de la vida como obra inspirada en algo de tu biografía?

Sí, aunque tengo miedo que suene un poco superyoico. Me parece que es algo que pude aspirar al cabo de un recorrido formal y, por supuesto, vital, las dos cosas van juntas. Fui formulando una manera de escribir y en un orden de trayectoria vital, y eso hizo posible que me permitiera escribir sobre mi vida, que al principio estaba erradicada de mi escritura por una decisión formal. Me parece que también cambié mi manera de leer, empecé a leer otras cosas, o volví a leer mucha crítica. Ahí aparecen los libros de Alberto Giordano, por ejemplo, que es alguien que trabaja estos temas desde la crítica. Lo que pienso es no hacer que la vida coincida con esta operación de la vida como obra porque durante un tiempo lo busqué, hacer de la vida una obra de arte, y pensaba que tenía que vivir la vida de un artista. Era una presión muy grande, una especie de bien demasiado alto, si es que llevar la vida de artista es llevar la vida de Rimbaud. La relación se invierte: es llevar lo formal a la vida, hacer que la forma, el estilo, pudiera llevarse al relato de mi vida.

Pero tampoco es autoficción, porque hay un personaje que tiene un nombre que no es el tuyo.

Sí, la cuestión del pasaje es una cuestión de pasaje, todavía es una rémora de la escritura de ficción. De todas maneras, no estoy en contra de ciertas operaciones que me permiten cierta transfiguración de mi experiencia. En el volumen siguiente a La preparación de la aventura amorosa, el nombre de ese personaje ya está corrido del todo. 

¿Qué es lo que más te interesa a la hora de leer a los escritores y escritoras contemporáneos de Latinoamérica? 

La lectura es superaleatoria. Leo muchos originales que me mandan mis amigos y amigas que también escriben, en parte leo así y creo que soy un lector muy lagunero, asistemático e intenso, porque me obsesiono con un universo y por ahí puede ser un autor o un tema, pero después, cuando se corta, es como si se cortara el hilo de la escritura, quedo tecleando hacia qué dirección escapar. Para mí, es más importante el libro que la lectura, mi relación es con los libros, necesito los libros, necesito estar rodeado de ellos. Compro libros, los tengo en mi casa, a veces los leo y a veces quedan en la biblioteca y es posible que alguna vez los lea. 

Me gustaría hablar sobre el tema de la literatura escrita no desde Buenos Aires, sino desde una ciudad mucho más chica, como es Santa Fe. ¿En algún momento pensaste en irte a Buenos Aires? 

Creo que todos los escritores son del Interior, incluso los que están en Buenos Aires, porque estamos todos tratando de acceder a algo que se nos posterga. Entonces, si vivimos en el Interior, es rarísima la nomenclatura, porque en ese sentido estar en el Interior sería no estar afuera, pero, en su contrario, es estar afuera de algo, que en realidad prefiero no pertenecer a eso que es el adentro. Por supuesto, quiero que mis libros se vendan y se traduzcan, pero no a cualquier precio, si el precio que tengo que pagar es hacer lo que no quiero hacer, no me interesa. Conozco muchos escritores y escritoras de Buenos Aires que también son del Interior, en el sentido de que ese centro los repele; en un sentido más amplio, no hay centro que no sea una periferia de otra cosa porque hay un humor del Interior de querer acceder al ambiente porteño y en Buenos Aires quieren la atención de España. Me parece que esa manía de reconocimiento siempre nos embarga, nos inmoviliza, y un buen límite puede ser el trabajo, y con dedicarme a cuidar mi trabajo, está bien, porque creo que eso termina destrozando la escritura. 

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