Pau Turina

Andrea Chapela nació en Ciudad de México en 1990. Empezó a escribir desde muy chica; publicó su primer libro a los 18 años, en un género que tiene seguidores jóvenes: fan fiction. Andrea estudió Química y se graduó, pero a los 25 años hizo un máster en Escritura Creativa, en Iowa, en Estados Unidos, y en esa experiencia decidió que quería dedicarse a la escritura. Le apasiona el género de ciencia ficción. Su libro de cuentos Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio es ingenioso y original. 

Para Andrea, la literatura significa oficio, manualidad, de un ser vivo que está cambiando y que es difícil de definir. “Es un ecosistema muy vivo, y tratar de reducirlo a categorías antiguas es como encerrarlo, porque está floreciendo mucho. Para mí es un campo abierto, es un lugar de muchas posibilidades, un lugar de mucha experimentación. Y es la manera en la que encuentro pensar sobre las cosas que vivo, las pienso a través de los recursos que me ha dado la literatura”, explica. 

A Andrea le gusta leer a escritoras latinoamericanas contemporáneas. Sobre la literatura latinoamericana cree que el cuento tiene una tradición muy importante en esta región del mundo, que no tiene España, por ejemplo. “La ciencia ficción se ha desarrollado mucho en los cuentos”, sostiene.

Estudiaste Química. ¿De qué manera crees que la ciencia influyó o influye en tu escritura?

Es difícil porque la ciencia no es solo eso que estudié en los cuatro años de universidad. También mis padres son científicos, por lo que la ciencia es el mundo de mi infancia, es la manera en la que me educaron para ver las cosas, entonces es difícil separar lo que la ciencia ha significado para mí. Pero sí me doy cuenta que tengo una manera de acercarme a las cosas que tal vez está influenciada por el tipo de curiosidad o porque soy práctica, muy pragmática, muy ordenada, me gusta hacer las cosas por pasos. Hay algo del concepto de laboratorio, de la experimentación, que se ha quedado en mi vida. Cuando me gradué en Química pensé que iba a dedicarme a eso. Pero, haciendo el máster, escribí un libro que ganó un premio en México, que se llama Grados de miopía y que saldrá dentro de poco en inglés,. Es un libro sobre mi relación con la ciencia y es un intento para mí de encontrar un punto en el que la ciencia y lo poético estén más cerca de lo que se cree. Siento que la ciencia me ha servido para creer que puedo hablar de ciertas cosas, me da confianza para hablar de cuántica, o para manejar ciertas terminologías científicas. Creo que me ayuda a escribir.

¿Cómo ves el panorama de la ciencia ficción, creés que hay cierto auge del género en el mundo?

Me parece que sí, la ciencia ficción es muy mainstream de cierta manera, porque está en la televisión, en el cine, en las series, pero es mucho más de nicho en la literatura. Y siento que hay un auge. Al principio de la pandemia, Kim Robinson, que es un escritor de ciencia ficción, escribió un texto en el que explicaba como para él es el género con el que se tiene que escribir en el siglo veintiuno, y estoy de acuerdo, en el sentido de que los problemas que afectan a la humanidad ahora mismo son problemas históricamente de la ciencia ficción: el ser humano y la tecnología, el ser humano y el fin del mundo, la crisis climática. Son muchos temas que la ciencia ficción ya ha trabajado, y la posibilidad de crear futuros posibles, tantos buenos como malos, es una herramienta útil ahora mismo. No solo de escape sino de reflexión.  Entonces se ven más escritores saliendo del closet de la ciencia ficción. Con el colectivo Mexiconas estamos creando redes hacia Latinoamérica. Queremos ver quiénes estamos escribiendo en Latinoamérica, y creo que hay un clima, algo está sucediendo. Creo que el hecho de que gané un Premio Nacional con un libro de ciencia ficción es un signo de que algo está pasando.

¿Creés que se está perdiendo cierto prejuicio que solía haber con respecto al género? ¿O también la pandemia ayudó?

Creo que están sucediendo muchas cosas a la vez. De pronto, la materia de la que habla la ciencia ficción se volvió muy cercana, muy actual, con la pandemia, pero también creo que la explosión del canon,  y la cantidad de mujeres latinoamericanas escribiendo, para mí abre la posibilidad de que se pueda escribir otra cosa, de tener otro tipo de conversaciones. De repente no queda en claro qué es la literatura, qué es la “buena” literatura, eso se ha expandido, y creo que se habilitó la posibilidad de experimentar más en este género, que estaba en los márgenes. Está todo conectado, que hay mujeres escribiendo, que son géneros que generan cierta ruptura con el statu quo y permiten la irrupción de lo extraño. Entonces creo que no solo es la pandemia. 

Tu libro, Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio, tiene un título muy original. ¿Cómo surgieron estos cuentos y cómo surgió ese título? 

Un poco surgen a la par, porque tuve una beca del FONCA para escribir este libro, que es una beca del gobierno de México. Te dan una ayuda económica por un año, y además tienes talleres y compañía de otros escritores. Para eso había que escribir un proyecto. Sabía cosas sobre el libro, pero no todo, sabía que quería escribir cuentos, que tuvieran de protagonistas a una mujer, y que tuvieran en el centro del conflicto a una máquina, a algún dispositivo tecnológico, que irrumpieran en una relación interpersonal. En ese sentido, tenía en la cabeza la idea del perfilador, y quería la palabra ‘ansibles’ porque es importante en la tradición de la ciencia ficción y quería que desde la primera palabra del título no se pudiese negar que era un libro de ciencia ficción. Y finalmente, mi madre me ayudó a llegar al título definitivo, me dijo “¿Por qué no lo llamas Ansibles, perfiladoras y otras máquinas de ingenio? Así surgió ese título. Es un poco largo, pero me gusta mucho.

Los vínculos son el eje de estos cuentos, y aunque la tecnología pueda modificar o cambiar esos vínculos, en los cuentos mostrás la necesidad imperante del cuerpo a cuerpo, del contacto. ¿Qué concepto tenés sobre la tecnología? Hay muchas opiniones encontradas, dicotómicas, opuestas, es buena o mala.

Para mí había dos cosas importantes a la hora de escribir el libro. Una era que los cuentos no cayeran en eso, la tecnología es buena o mala. La otra era que la tecnología no se tratara como un huracán, no es algo fuera del ser humano, sino algo creado por el ser humano que irrumpe en nuestras vidas. Para mí es importante mostrar cómo la tecnología es algo complejo y cómo podía entrar a veces de mejor o peor manera en los vínculos, pero siempre desde la complejidad.  También pensaba mucho en esta idea sobre las relaciones humanas, cómo la tecnología va mucho más rápido que los sentimientos humanos, que no han evolucionado mucho en el último milenio. Creo que es un engaño cómo nos han vendido a la tecnología, y eso tiene que ver más con lo humano que con lo tecnológico. Nos dicen que la tecnología va a resolver nuestros problemas, que va a resolver nuestras relaciones, cuando en realidad puede resolver como también puede crear nuevos problemas e, incluso, nuevas formas de existir en el mundo. Entonces dudo que solucione los problemas que tenemos los humanos en cómo nos vinculamos unos con otros, que es algo intrínsecamente humano, dudo que una tecnología pueda hacerlo. Como en uno de los cuentos, en el que se puede leer la mente; pareciera la respuesta más sencilla, pero eso no soluciona las cosas. Lo bueno o malo de la tecnología depende de los seres humanos y cómo la utilizan. A veces sabiéndolo y otras más inconscientemente.

La tecnología está presente en la literatura como está presente en nuestras vidas.

Una vez asistí a un curso dictado por Kelly Link, y ella decía que cualquier cosa que se escriba actualmente que no tenga celulares ya no es realismo sino que es ficción histórica. Vivimos con la tecnología, lo que hice en estos cuentos es extremarla, meterla más adentro del cuerpo, en lugares a los que aún no ha llegado, pero es verdad que la tecnología existe y que hay mucho de nuestra relación con el mundo que está mediado por la tecnología. Para bien o para mal.

Y en este sentido, ¿creés que la tecnología modifica los hábitos de lectura? ¿O que puede acercar otras lecturas? Pensando por ejemplo en el boom de los bookstagrammer, booktubers, etc.

Es cierto que hay cosas que han sustituido a otras. Antes se enteraban de los libros por los críticos y ahora se enteran por los booktubers, no creo que sea una invención nueva, sino que es otro soporte. 

Hay una relación distinta con la tecnología que la que tienen mis padres con ella. Por ejemplo, escribir fan fiction y subirla a internet, y comunicarse con otras personas de otros países. Que eso fuera motor de mi escritura es muy particular a una época. También leo mucho en Kindle, sobre todo porque me permite leer libros de otros países. Los ebooks, por ejemplo, son una forma de llegar a más lectores. Y también creo que, en mayor medida durante la pandemia, se generaron muchos clubes de lectura. El rol de los mediadores de lectura es muy importante; me han invitado a muchísimos clubes de lectura desde que salió Ansibles, y que haya una persona que elige un libro, y que crea una comunidad alrededor del acto de leer, es algo que aún funciona. Leer en comunidad, con otras personas; alguien te guía y a la vez compartes. Creo que eso es un gran cambio y ayuda muchísimo a la circulación de los libros. 

¿Y cómo fue esa recepción de los cuentos entre los lectores y las lectoras? Incluso viajaste a España para presentarlo. 

La verdad que la recepción fue bastante rara. Desde que salió el libro, en otoño de 2020, hasta ese viaje, nunca había hecho una presentación presencial. Entonces creo que ha habido algo poético: la recepción de un libro de ciencia ficción, en el que la tecnología tiene un lugar tan importante, ha sido mediada por la pantalla. Y aún así ha tenido una vida muy rica. Creo que el hecho de que haya habido la posibilidad de presentarlo a través de la virtualidad hizo que pudiera participar de actividades en distintas partes de México o de otros países. Ha sido muy interesante la relación con los lectores. Es un libro que terminé de escribir a finales de 2017. Se publicó tres años después, y sigo hablando de él. El génesis de este libro cada vez está más lejos, pero sigo hablando de él. Con las lecturas de otras personas una se va replanteando otras cosas.

¿Ahora estás escribiendo?

El año pasado empecé un master sobre estudios de Japón que dura dos años, estoy a la mitad y me ocupa bastante tiempo. En parte quería estudiar algo distinto, quería dedicarle tiempo a cosas que no sabía qué utilidad iban a tener. Entonces tengo algunos libros en borrador que he trabajado poco a poco, espero que alguno vea la luz el próximo año. Yo digo que estoy recargando el tanque después de muchos años de escribir intensamente. Mi tesis de este máster va a ser sobre literatura japonesa, que me interesa, y estoy estudiando la ciencia ficción que se hace en Japón, en China, en Corea, pero es más bien un interés personal. Siento que el máster me permite entrar a esa ciencia ficción de otra manera. Me gusta mucho estudiar, siento que es mi verdadera vocación.

Andrea Chapela (México). Estudió química en la UNAM y un master of Fine Arts en escritura creativa en español en la Universidad de Iowa. Fue becaria del Fonca en el Programa Jóvenes Creadores y del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2018 de cuento y el Premio Nacional Juan José Arreola 2019. Es autora de la saga de fantasía Vâudïz.

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